MILAGROS, BRUJERÍA Y MEDICINA

El conjuro por Francisco de Goya, hacia 1797-1798 (tomado de Wikimedia Commons)

Lincoln Lavado Landeo,  
Médico-cirujano (Universidad Nacional Federico Villarreal), especialista en Oftalmología (Universidad Nacional Mayor de San Marcos-UNMSM), Doctor en Medicina (Universidad de San Martín de Porres-USMP ), Ciencias Sociales y Filosofía (UNMSM), y catedrático (USMP y UNMSM)
Correo-e: llavadol@unmsm.edu.pe

 

Resumen

La magia, la brujería y los milagros han acompañado a la medicina desde los inicios de la humanidad. Al comienzo se pensó que las causas de las enfermedades eran sobrenaturales, pero poco a poco con el desarrollo del conocimiento y el advenimiento de la ciencia se fueron encontrando explicaciones más racionales a las enfermedades.

En esa evolución, los pensadores tuvieron que enfrentarse y analizar qué eran realmente los milagros. Entre muchos filósofos, Baruch Spinoza y David Hume fueron quienes brindaron las respuestas más claras y contundentes.

Sin embargo, a pesar de los éxitos de la medicina científica, en pleno siglo XXI, mucha gente continúa creyendo en las curaciones milagrosas. La ciencia moderna sostiene que estos casos se presentan como consecuencia de errores en el pensamiento crítico, de malentendidos o por el uso de una lógica equivocada.

Este artículo trata de explicar las razones del por qué este tipo de mentalidad continúa presente y cómo podemos hacer frente a hechos que pueden parecen inexplicables, sobre todo en el campo de la medicina.

Palabras claves: Medicina científica, curaciones milagrosas, medicina alternativa, brujería.

 

Abstract

Magic, witchcraft and miracles have accompanied medicine since the beginning of humanity. At first, it was thought that the causes of diseases were supernatural, but gradually with the development of knowledge and the advent of science, more rational explanations for diseases were found.

In this evolution, thinkers had to confront and analyze what miracles really were. Among many philosophers, Baruch Spinoza and David Hume provided the clearest and strongest answers.

However, despite the successes of scientific medicine, in the 21st century, many people continue to believe in miraculous cures. Modern science holds that these cases arise as a result of errors in critical thinking, misunderstandings or the use of a poor logic.

This article tries to explain the reasons why this type of mentality is still present and how we can deal with events that may seem inexplicable, especially in medicine field.

Keywords: Scientific medicine, miraculous cures, alternative medicine, witchcraft.

 

Introducción

El simple hecho de estar vivo significa que en algún momento vamos a sufrir alguna enfermedad, esto es un efecto evolutivo que compartimos todos los seres vivos. Pero el hecho que la enfermedad sea inevitable no significó que el ser humano se haya quedado pasivo o conforme, desde los inicios buscó causas y tratamientos.

Lo primero que pensó fue que éstas eran sobrenaturales. Se creyó que las dolencias eran consecuencia de una ofensa a la divinidad y del castigo por nuestro mal comportamiento. Sin embargo, eventualmente surgían preguntas tales como ¿cómo explicar las enfermedades de nacimiento? Y si un bebé nacía muerto, ¿podría también haber sido consecuencia de sus acciones?

Algunos sostenían que esto se debía a los malos actos de los progenitores, otros sostenían que eran por los pecados de una vida anterior. Pero siempre, en estos casos, quedaba la espina clavada en el pensamiento de por qué un inocente tenía que pagar cuentas ajenas.

También existió gente que se preguntaba por qué había tanto sufrimiento, tanto dolor y enfermedad, tanta maldad entre los hombres1,2, en un mundo supuestamente creado por un divinidad buena y omnipotente.

A pesar de que el método científico es relativamente reciente, desde hace muchos siglos surgieron personas que afirmaban que no era necesario invocar a seres naturales para conocer las causas y buscar solución a las patologías.

Antigüedad

En el antiguo Egipto existió una separación entre el sacerdote, el mago, el médico y el cirujano. La distinción entre la medicina y la magia era clara. La visión de la muerte de los antiguos egipcios condicionó su visión de la medicina. Debido a que el primer síntoma de la descomposición del cadáver era una mancha verde que aparecía en el bajo vientre derecho, hubo un médico especializado en limpieza y cuidado de los intestinos de la clase alta, el llamado “pastor del ano”3.

Los egipcios también tenían un dios de la Medicina, que fue un personaje histórico divinizado: Imhotep, médico y visir del faraón Zoser. Fue venerado durante siglos y en la época de Ptolomeo alcanzó el rango de dios.

En el panteón de dioses griegos, el dios de la medicina fue Asclepio (Esculapio para los romanos). Sin embargo, al primer dios que se le atribuyó el poder de la curación fue Apolo, quien era el dios de la muerte súbita, de las plagas y enfermedades, de la curación y de la protección contra las fuerzas malignas.

Los padres de Asclepio fueron Apolo y la humana Coronis. Cuando Apolo se enteró que Coronis le era infiel con el mortal Isquis, la mató, y en la pira funeraria sacó a Asclepio del vientre de la madre (practicó una cesárea in extremis). La educación de Apolo fue confiada al centauro Quirón, quien, conjuntamente con Atenea, le enseñó los secretos de las drogas y de los fármacos.

La figura más importante de la medicina griega fue Hipócrates de Cos (460 – 370 antes de nuestra era). Aunque la escuela hipocrática se basaba en la errónea concepción de los cuatro humores (sangre, bilis negra, bilis amarilla y flema)3 constituyó el primer intento serio de luchar contra la charlatanería y la pseudomedicina.

Las teorías desarrolladas por Hipócrates fueron recogidas seis siglos después por Claudio Galeno de Pérgamo (129 – 216 nuestra era) en Roma.

Edad Media

A diferencia del mundo de la antigüedad, la Edad Media se caracterizó por varias formas de dualismo: espíritu - carne, reino de Dios - reino de los hombres, clero (Papa) – seglar (Emperador), romano – bárbaro.

En el mundo medioeval gran parte del conocimiento médico se concentró en los llamados Padres de la Iglesia, por ello los conceptos médicos se bañaron de un tinte religioso. Así, Agustín de Hipona (354 – 430) sostenía que “todas las enfermedades de los cristianos deben adscribirse a los demonios; principalmente atormentan a los cristianos recién bautizados, aun a los infantes sin culpa, recién nacidos4. En los escritos de este periodo, demonios eran las deidades paganas, a las que se suponía estaban molestas por el avance del cristianismo. Es decir, los primeros cristianos no negaban la existencia de los dioses del Olimpo, sino los consideraban servidores de Satanás.

Gregorio de Nacianceno (329 -389), arzobispo cristiano de Constantinopla del siglo IV, sostenía que la medicina no tenía utilidad, y que solo la imposición de manos sagradas era lo eficaz5.

Se creía en la eficacia de las reliquias sagradas, además, su posesión era una fuente de ingreso para la iglesia y la ciudad en que se encontraban5. A pesar que se ha demostrado la inautenticidad de muchas de ellas, la creencia a menudo sobrevive.

Santa Rosalía de Palermo (1130 – 1156) es la protectora contra la peste y otras enfermedades infecciosas, así como para encontrar fuerzas cuando se necesita superar dificultades. Sus reliquias fueron examinadas por el prestigioso paleontólogo británico William Buckland (1784-1856), quien llegó a la conclusión de que no eran huesos humanos, sino pertenecientes a una cabra5. Su dictamen provocó la airada reacción de las autoridades religiosas que intentaron desacreditar al ilustre paleontólogo, incidiendo en su condición de no católico. Pero, al mismo tiempo, tomaron la decisión de encerrar los restos en una artística urna que no se ha vuelto a abrir.

Mientras el primer periodo del pensamiento católico estuvo dominado por Agustín de Hipona, el segundo lo dominó Tomás de Aquino (1224 – 1274), quién asoció las ideas cristianas a las de Aristóteles. Aquino continuó con la defensa de la fe e invocó a la razón para defender sus argumentos. Sin embargo, los errores anatómicos se mantenían: se asumía que el centro del cuerpo era corazón y que allí se ubicaba se ubicaba el alma. El papel del cerebro era la de un simple refrigerante de sangre.

Por esa época, las plagas y las pestes eran frecuentes y se atribuían a la cólera de Dios o a la acción de los demonios. Un método muy recomendado por el clero para aplacar la cólera divina era la donación de tierras a la Iglesia5.

La peste negra de 1348 causó una explosión de supersticiones en diversos lugares. Uno de los métodos favoritos para aplacar la cólera divina fue la persecución de judíos. En Baviera mataron doce mil, en Erfurt trece mil, en Estrasburgo quemaron a dos mil5, y así en otros lugares más.

En 1680, cuando la plaga asoló Roma, se sostenía que se debía a la cólera de San Sebastián, que había sido indebidamente menospreciado. Se le levantó un monumento y la plaga cesó.

En este periodo no solo se creía en estos métodos supersticiosos, sino que se desaprobaba el estudio científico de la medicina. La anatomía humana estaba totalmente prohibida porque podía interferir con la resurrección del cuerpo.

La mayoría de los enfermos mentales cayeron en manos de exorcistas y de perseguidores de brujas y hechiceros. Se consideraba que la locura era debida a la posesión diabólica, algo que se reforzaba acudiendo al Nuevo Testamento3.

Muchas veces la curación podría realizarse por exorcismo o tocando una reliquia o, también, a través de la orden dada por un hombre santo para que el demonio saliera. Con estos métodos realmente no había gran daño. Pero pronto se pensó que la mejor forma de arrojar al mal espíritu era torturándolo o humillando su orgullo. Para ello se usaron malos olores y sustancias desagradables. Y cuando estos métodos fallaban, el paciente era azotado, y si el demonio se resistía era torturado.

Las publicaciones señalan que, solo en Viena, en 1583, los jesuitas arrojaron 12,652 diablos5. Año tras año, miles de indefensos esquizofrénicos fueron entregados a las manos de crueles carceleros.

La Edad Media es un buen ejemplo de lo que sucede cuando una religión toma las riendas del poder. Una época oscura en que la ciencia y la medicina fueron vilipendiadas hasta tal punto de que su desarrollo tuvo que hacerse a escondidas, cuando había suerte.

Renacimiento y Edad Moderna

En el Renacimiento se produjo un fenómeno relacionado a la hechicería, pero también muy ligado al tratamiento de la locura. En 1486, los dominicos alemanes Heinrich Krämer y Jacob Sprenger publicaron su libro titulado Malleus maleficarum (Martillo de las brujas), muchas de las supuestas “hechiceras” serían consideradas hoy como enfermas mentales6.

La bula Summis desiderantes affectibus del papa Inocencio VIII reconoció la existencia de las brujas y además nombró a Kramer y Sprenger como inquisidores con poderes especiales para que investigasen los delitos de brujería en las provincias del norte de Alemania5. La influencia del Malleus maleficarum se vio incrementada por la imprenta. Los efectos de la obra se esparcieron fuera de Alemania, causando gran impacto en Francia e Italia, y en menor grado en Inglaterra.

Se sostenía que, debido a la inherente maldad de las mujeres, la brujería era más frecuente en ellas. La acusación más común era la de causar mal tiempo (tormentas, relámpagos)5. Se redactó una lista de preguntas para las sospechosas, las cuales eran torturadas hasta que “confesaran” las respuestas esperadas. Según diversos autores, la cantidad de mujeres quemadas por brujería en trescientos años de campaña fue desde 60,000 a cinco millones.

Los protestantes también eran adictos a la persecución de brujas. Jacobo I de Inglaterra (1566 -1625) escribió la obra titulada Daemonologie (1597), que era un estudio sobre los demonios, hombres lobo y los vampiros. El libro buscaba de demostrar que las artes diabólicas siempre habían existido y aún seguían, justificando la caza, el juicio y los castigos de brujas en una sociedad cristiana. La ley contra la brujería aprobada en su reinado estuvo vigente hasta 17365.

En Escocia, donde la tortura y la ejecución de brujas fue mucho más común que en Inglaterra, la última bruja quemada fue en 1722. En Irlanda la ley contra la hechicería fue abolida en 18215.

Andrés Vesalio (1514 – 1564) logró superar la censura oficial de su tiempo, se convirtió el primero en practicar una anatomía científica, y publicó uno de libros más influyentes de su época: De humani corporis fabrica (Sobre la estructura del cuerpo humano)3.

El emperador Carlos V protegía a Vesalio, pero cuando abdicó y fue reemplazado por Felipe II, aquél ya no pudo obtener más cuerpos para la disección. Por otro lado, en esa época la iglesia proclamaba que en el cuerpo humano existía un hueso indestructible a partir del cual se produciría a resurrección de los muertos en el Juicio Final, Vesalio al ser preguntado,negó haber encontrado tal hueso, esto le generó la enemistad de la curia religiosa.

Finalmente, los seguidores de Galeno, que también lo atacaron, denunciándolo ante la Inquisición por haber practicado autopsia a una aristócrata española mientras su corazón presuntamente latía (hoy se considera esta versión una completa calumnia). Por influencia de Felipe II, se le permitió hacer penitencia con una peregrinación a Tierra Santa5. En 1564, Vesalio viajó a Jerusalén. De regreso su barco naufragó en el mar Jónico y logró atracar en la isla de Zante, sin embargo, poco después murió de agotamiento.

El inglés William Harvey (1578 – 1657), descubridor de la circulación sanguínea, no sufrió la persecución aplicada a Vesalio3. Transcurridos cerca de ochenta años, la opinión sobre los asuntos médicos se había vuelto más liberal, en especial en los países protestantes.

La publicación de los Principios matemáticos de la filosofía natural (1687) por Isaac Newton hizo que muchos hombres creyeran que Dios había creado la naturaleza y decretado sus leyes naturales sin una nueva intervención, salvo la revelación de la religión cristiana. Los protestantes, por ejemplo, sostenían que los milagros se produjeron solo en el siglo I y II de nuestra era. Sin embargo, otros todavía pensaban que era impío pensar que los rayos y relámpagos fueran fenómenos naturales, ya que los consideraban como actos de Dios.

Los viejos prejuicios teológicos se despertaban de cuando en cuando, cada vez que surgía alguna novedad importante. La inoculación contra la viruela (variolización), descubierta por Edward Jensen2, desató una tempestad de protestas de parte de la iglesia.

La viruela era una enfermedad que se había convertido en una terrible epidemia. Jensen empezó a probar la vacuna contra la viruela con un niño sano de ocho años de edad. Luego de conseguir un resultado favorable la empezó a utilizar en otras personas. Pronto La Sorbona se pronunció en contra, basándose en razones teológicas. Los pastores escoceses se pronunciaron diciendo que se estaba “tratando de desafiar el juicio divino”. Otros clérigos sostuvieron que se trataba de “un insolente desafío a los cielos, a la voluntad misma de Dios5. Sin embargo, la disminución del número de muertos fue tan clara que los sermones teológicos no lograron contrarrestar el terror a la enfermedad. En 1768, la propia emperatriz Catalina y su hijo se dejaron inocular. Y en 1805, Napoleón dio la orden de vacunar a toda su tropa.

Todavía en 1885, la población católica de Montreal se resistía a la vacunación. Ese año, bajo una seria epidemia de viruela, un sacerdote sostuvo: “Si estamos afligidos por la viruela, es porque tuvimos un carnaval el último invierno, festejando la carne, lo que ha ofendido al Señor5. Por esa razón se ordenó una gran procesión, un solemne llamamiento a la Virgen y el cuidadoso uso del rosario.

Otra ocasión en que los teólogos alzaron su voz fue cuando se descubrieron los anestésicos. El médico escocés James Simpson (1811 –1870) describió las propiedades anestésicas del cloroformo y lo introdujo exitosamente en la práctica médica general3. Simpson lo recomendó usarlo también en el parto, pero inmediatamente el clero le recordó que eso iba contra la voluntad de Dios, ya que es este le dijo a Eva: “Con dolor parirás los hijos”. El asunto solo fue superado cuando la reina Victoria aceptó ser anestesiada con cloroformo por el médico John Snow, durante el parto del príncipe Leopoldo de Albany en 1853.

El daño que la teología ha hecho a la medicina no ha sido creando impulsos crueles, sino brindando un carácter aparentemente sagrado a prácticas basadas en la ignorancia y en la superstición.

A partir del siglo XVII, el método científico empezó a imponerse en las diversas ciencias, empezando por la física. El método científico consistía en observar un hecho natural, formular una hipótesis que tratara de explicar este hecho y diseñar y realizar experimentos necesarios para probar esa hipótesis5. Basada en este método, a finales del siglo XIX, fue surgiendo la medicina moderna con la aparición de los antibióticos, las hormonas, los corticoides, la asepsia, las modernas técnicas quirúrgicas y demás.

Edad contemporánea

A pesar de la lista de éxitos de la medicina científica como la teoría microbiana, las transfusiones de sangre, el incremento del periodo de vida de las personas y la disminución de la mortalidad infantil, la medicina sigue siendo desafiada por creencias irracionales y terapias pseudocientíficas llamadas “alternativas”7.

Una gran preocupación, casi irracional, por la salud ha conducido a la población del siglo XXI a una paradoja, la gente se adhiere más fácilmente a remedios no científicos, cuando ha sido precisamente la medicina científica la que ha hecho nuestra vida más larga y saludable.

La salud se ha convertido en un campo de batalla entre la ciencia y la superstición. En la era actual de “hechos alternativos”, las noticias falsas están por todas partes. Mucha gente tolera las curas mágicas sin pruebas.

La conexión entre las vacunas y el autismo ha sido uno de los engaños médicos más dañinos del último siglo. Los medios de comunicación difundieron historias que desafiaban la realidad, ya sean noticias políticas o afirmaciones de que las vacunas causaban autismo a pesar de la gran cantidad de evidencias que año tras año decían lo contrario.

Fuente: ©Carlson toons / www.carlsontoons.com

Por su lado, la intervención de la teología en asuntos médicos tampoco ha concluido. Los textos y decretos eclesiásticos todavía tienen influencia en temas importantes como, por ejemplo, el control de la natalidad, eutanasia, el aborto, uso de células madre, etc.

La presencia de la Iglesia católica ha hecho que en toda Latinoamérica siga prohibido el aborto y que las políticas racionales de contención demográfica no puedan ser aplicadas. Esta obsesión enfermiza hizo que Juan Pablo II beatificara a la pediatra y laica católica Gianna Beretta Mola (1922 – 1962)8, una fanática antiabortista que se negó a ser operada de cáncer uterino lo que le habría salvado la vida estando embarazada. Gianna consideraba que la vida del feto era más valiosa que la de la madre, por eso murió y dejó a tres menores huérfanos. A pesar de que esta decisión es más digna de lástima que de admiración, hoy Gianna es “patrona de las mujeres embarazadas y las enfermas de cáncer uterino y mamario”.

La homosexualidad también continúa siendo un tema tabú para la Iglesia9, está marcada por contradicciones y doble moral. En 2018, el papa Francisco sostuvo: “En la vida consagrada y sacerdotal este tipo de inclinaciones no tiene cabida. Las personas con ‘estas inclinaciones’ no deben ser admitidas en órdenes religiosas y seminarios8.

Los milagros

Cuando escuchamos la historia de un milagro no lo hacemos de un testigo presencial, sino de alguien que ha oído esa historia de alguna otra persona, que a su vez se lo contó una tercera y así sucesivamente. Cualquier historia que haya pasado por un gran número de personas termina siendo desvirtuada y distorsionada. Muchas veces la fuente original del relato suele ser un simple rumor.

Por otro lado, los Homo sapiens somos seres sociales y sabemos que nuestra estructura cerebral está preprogramada para observar rostros de otros seres humanos, incluso donde no las hay. Es por eso que la gente imagina a menudo caras en los patrones de nubes, en las manchas de humedad en la pared, en fondo de las ollas, o en cualquier otro lugar.

Perfil de cara humana en un cúmulo de nubes (fotograma de video en Youtube de Brian Dominey)

Baruch Spinoza (1632 -1677) sostenía que nada ocurre jamás en contraposición con la naturaleza ni fuera de sus leyes, si bien conocemos a estas de manera limitada e imperfecta9. Así, el milagro solo es un fenómeno cuya causa natural el hombre no puede explicar basado en su analogía con otros fenómenos que observa de manera habitual. Según Spinoza, todo lo que es contrario a la Naturaleza, es contrario a la razón, y lo contrario a la razón es incongruente, por lo tanto, debe ser rechazado10.

Para el célebre filósofo escocés David Hume (1711 – 1776) el milagro también era una trasgresión de una ley natural11. Según esto, se consideran milagros, por ejemplo: caminar sobre el agua, convertir una rana en príncipe, detener un reloj con el poder de la mente, transformar agua en vino, resucitar a un muerto, etc.  Frente a cualquiera de estos supuestos milagros Hume sostuvo en su Investigación sobre el entendimiento humano lo siguiente:

Ningún testimonio es suficiente para establecer un milagro, a menos que el testimonio sea de tal tipo que su falsedad resulte más milagrosa que el hecho que trata de establecer12.

Si para Spinoza el milagro es un absurdo, para Hume es simplemente algo no-creíble. Supongamos que mi mejor amigo sostiene que ha visto un cerdo volando. No importa la confianza o la honestidad que él posea, la posibilidad que diga una mentira o que tenga una alucinación honesta es menos milagrosa que aceptar que un cerdo esté volando. Por eso, la explicación más probable es que mi amigo mintió, se equivocó o tuvo una alucinación.

En este sentido, Richard Dawkins nos brinda un ejemplo muy instructivo13. El 13 de mayo de 1917, en Fátima, Portugal, tres niños pastores, llamados Lucía dos Santos, Jacinta y Francisco Marto, afirmaron haber presenciado a una mujer “más brillante que el Sol” llamada Virgen María, muerta muchísimo tiempo atrás y que se la veneraba en esa localidad casi como a una diosa. Esta fantasmagórica mujer les dijo que regresaría los 13 de cada mes hasta el 13 de octubre, encomendándoles el rezo del rosario.

Los rumores del supuesto milagro se extendieron por todo Portugal, y el día señalado se reunieron más de setenta mil personas. Los relatos sobre lo que se supone que la virgen hizo sobre el Sol difieren. Para unos parecía que bailaba, para otros que giraba, para unos terceros “el sol pareció desplomarse del cielo y precipitarse sobre la aterrada multitud”13.

La virgen solo fue vista por los niños y se mantuvo invisible para el resto, por eso esta parte debe tomarse con poca seriedad. Pero, cerca de setenta mil personas vieron moverse el Sol ¿será posible eso? Aplicando el razonamiento de Hume tenemos tres posibilidades:

1. El Sol realmente se movió del cielo y se dirigió a la aterrada multitud (o la Tierra se acercó).

2. Ni el Sol ni la Tierra se movieron. Las setenta mil personas experimentaron una alucinación simultánea.

3. No ocurrió nada en absoluto. Todo el incidente se exageró o simplemente se inventó.

Observamos que la tercera posibilidad es la menos improbable. Para aceptarla no es necesario trasgredir una ley de la Naturaleza, basta con creer que alguien contó una mentira que decía que setenta mil personas vieron al sol moverse, y que esta mentira se fue repitiendo y extendiendo como cualquier leyenda urbana o fake news que recorren actualmente el internet.

Si consideraríamos la primera posibilidad, es decir que el Sol se habría acercado o que la Tierra hubiera salido de su órbita para acercarse al Sol, en ambas habría sido una catástrofe para la humanidad. La Tierra hubiera caído dentro del Sol y habría sucedido el fin del mundo.

Hume nunca sostuvo que los milagros fueran imposibles. Solo aconsejó que pensáramos en un milagro como un hecho improbable, y que estimemos y comparemos su improbabilidad con otras alternativas (entre ellas una alucinación o una mentira).

 

Pseudomedicina y milagros médicos

Friedrich Nietzsche no se refería al hombre como animal racional, ni animal político ni tampoco como animal social, sino como animal fantástico15 porque, decía él, para habitar este mundo necesitaba fabricar ficciones o ilusiones.

Mucha gente cree que puede curarse sometiéndose a prácticas de la mal llamada medicina “alternativa” o a través de curas milagrosas, a pesar que nunca han sido validadas científicamente16.

La secuencia es típica, usualmente se trata de un paciente que sufre una enfermedad crónica incurable (diabetes, hipertensión) o grave (cáncer) y que la medicina moderna no logra dar solución17. El enfermo en su angustia acude a la llamada medicina “alternativa” o ruega por un milagro.

Las medicinas alternativas o “complementarias” (homeopatía, acupuntura, osteopatía, etc.) tienen el atractivo mágico de utilizar el prestigio de las sabidurías milenarias, cubriéndose de un aura de profundo conocimiento. Pero la verdad es que debería llamárseles prácticas no validadas, por no haber demostrado eficacia objetiva ni seguridad terapéutica.

La expectativa de que la divinidad pueda actuar materialmente sobre la afección, aliviando o curando la enfermedad, es la última esperanza. Según Radford, muchas de las llamadas “curaciones milagrosas” son simplemente el resultado de un malentendido, una lógica mal empleada, errores en el pensamiento crítico o producto de la incertidumbre común del conocimiento médico16.

La impresión que ha ocurrido un milagro puede ser creada por algo tan simple y común como un diagnóstico equivocado. En muchos casos el médico diagnostica erróneamente; luego, el paciente acude al chamán o curandero que afirma poder curar el problema; más tarde, los exámenes y estudios confirman que el paciente está sano. Esto es interpretado como una prueba concluyente y se da por descontado que ha ocurrido una cura milagrosa, sin llegar a considerar la posibilidad que el diagnóstico inicial había sido incorrecto.

Por su lado, la medicina científica necesita demostrar la posibilidad de acción de cualquier ente espiritual sobre la materia17. Incluso podría preguntarse por qué un Dios omnisciente tendría que suspender la ordenación del mundo, que él mismo estableció, a través de un milagro.

La medicina no es una ciencia exacta, los médicos sólo podemos guiarnos por la condición del paciente al momento de la evaluación. La enfermedad evoluciona siguiendo un curso ondulante, en muchos casos bastante impredecible. La intensidad y características de los síntomas varían de paciente en paciente, y van cambiando espontáneamente con fases de agravación y mejoría.

Un número no despreciable de casos mejoran por efecto placebo, que es el impacto benéfico que se produce solo por el hecho que el paciente confía en el tratamiento recibido, a pesar que esa terapia no causa efecto por sí misma. Finalmente, muchas patologías presentan mejorías espontáneas y remiten como parte de la historia natural de la enfermedad.

Lo cierto es que muchos de aquellos que buscan soluciones milagrosas terminan engañados y estafados, con un cuadro igual o peor que antes.

 

Conclusiones

Aunque la medicina moderna tiene un espectacular historial de éxito, no es perfecta y los pacientes deben comprender que los médicos somos humanos.

Si algún resultado parece inexplicable para la medicina, se puede pensar en dos cosas: en realidad no ha ocurrido (el observador se equivocó, mintió o lo engañaron) o ha sucedido algo que aún no hemos descubierto. Si encontramos un resultado que no podemos explicar, no debemos detenernos hasta dar con la respuesta. Como científicos, lo que debemos evitar decir es: “Esto es un milagro” o “esto es sobrenatural”18. La respuesta apropiada a esos misterios podría ser: “Esto es algo que aún no entendemos, y es en lo que estamos trabajando”.

La razón nos ha liberado de la superstición y nos dio siglos de progreso, abandonarla sería una locura. Las verdaderas curas milagrosas son el resultado del trabajo arduo y cuidadoso de científicos, médicos e investigadores.

 

Bibliografía

1. Schopenhauer, Arthur. Parerga y Paralipómena II. Editorial Trotta, Madrid, 2013.

2. Solé, Juan. Schopenhauer. El pesimismo se hace filosofía. Batiscafo, SL, España, 2016.

3. Sánchez Gonzáles, Miguel. Historia de la medicina y humanidades médicas. Elsevier Mason, España, 2012.

4. Agustín de Hipona. La ciudad de Dios. Los esenciales de la filosofía. Tecnos. España, 2010.

5. Russell Bertrand. Religión y ciencia. Fondo de Cultura Económica. México. 2008.

6. Russell Bertrand. Historia de la Filosofía Occidental. Tomo I. la filosofía Antigua. La filosofía católica. ESPASA, Madrid, 1997.

7. Mulet, J.M. Medicina sin engaños. Editorial Planeta, España, 2015.

8. Mosterín, Jesús. La naturaleza humana. Editorial Espasa Calpe, España. 2006.

9. Prange de Oliveira, Astrid. La homosexualidad, un problema para la Iglesia Católica. DW Made for minds. Alemania, 2020 https://www.dw.com/es/la-homosexualidad-un-problema-para-la-iglesia-cat%C3%B3lica/a-55365650

10. Spinoza, Baruch. Tratado teológico-político. Ediciones Orbis SA, Argentina, 1985.

11. Hume, David. Resumo de um tratado da naturaleza humana. Editora Paraula. Porto Alegre, 1995.

12. Hume, David. Investigación sobre el entendimiento humano. Alianza Editorial SA. Madrid, 1988.

13. Dawkins, Richard. La magia de la realidad. Cómo sabemos que algo es real. Espasa Libros, SLU. Barcelona, España. 2011.

14. López Sastre, Gerardo. Hume. Cuando saber ser escéptico. Batiscafo, SL, 2015.

15. Llácer. Toni. Nietzsche. El superhombre y la voluntad de poder. Batiscafo. España, 2015.

16. Radforf, Benjamin. Medical 'Miracles' not supported by evidence. Live Science, July 2006. https://www.livescience.com/909-medical-miracles-supported-evidence.html

17. Bunge, M. Filosofía para médicos. Editorial Gedisa. Primera edición, 2012. Barcelona, España.

18. Tanzella-Nitti, Giuseppe. Milagro. En Diccionario Interdisciplinar Austral, editado por Claudia E. Vanney, Ignacio Silva y Juan F. Franck. 2016. http://dia.austral.edu.ar/Milagro

 

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