CREER EN MILAGROS: UNA MIRADA CONDUCTUAL
Doctor en Psicología y Profesor Asociado, Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Correo-e: wmontgomeryu@unmsm.edu.pe
Resumen: La presente aproximación busca contestar brevemente tres preguntas desde la óptica de un psicólogo conductual: ¿qué son los milagros y cómo se manifiestan? ¿por qué la gente cree en milagros? y ¿puede la ciencia del comportamiento dar cuenta de los milagros? adicionando algunas reflexiones sobre la posibilidad de que una “alfabetización científica” acompañada de valores pueda tener un papel más importante en la sociedad.
Palabras clave: Creencia, milagros, conducta, ciencia, escepticismo.
BELIEVING IN MIRACLES: A BEHAVIORAL VIEW
Abstract: This approach seeks to briefly answer three questions from the perspective of a behavioral psychologist: what are miracles and how do they manifest? why do people believe in miracles? And can behavioral science account for miracles? adding some reflections on the possibility that a "scientific literacy" accompanied by values can have a more important role in society.
Keywords: Belief, miracles, conduct, science, skepticism.
Introducción
Aunque a veces la gente vinculada al ámbito académico no lo acepte abiertamente, todos vivimos en un mundo en el cual aceptamos creer en ciertas cosas sin preocuparnos de si pueden demostrarse o no. Como anota Staddon (2013), incluso en ciencias supuestamente exactas como las matemáticas según el propio Gödel lo reconocía, existen declaraciones no demostrables. Entonces, no es extraño que en la vida cotidiana la comunidad dé por sentada una infinidad de reglas de convivencia. Dichas convenciones regulan las prácticas sociales bajo el convencimiento de que son beneficiosas cuando menos para la mayoría de individuos en la sociedad de referencia.
Algunas de estas prácticas suelen enmarcarse en lo que se llama “fe”, y ésta, a su vez, en lo que se llama “religión”. Ejemplos de ello son los diez mandamientos de la religión cristiana, los cinco preceptos del budismo o la sunnah de los islámicos. Al margen de las connotaciones morales de ciertas reglas doctrinarias, la parte negativa de semejantes asuntos probablemente radica en la exagerada tendencia de los creyentes a atribuir causas y efectos misteriosos (“sobrenaturales”) a los acontecimientos que rodean a los humanos, sobre la base de simples impresiones influidas por una cosmovisión aprendida a través del condicionamiento social. Algunas veces los mitos derivados de estas cosmovisiones perjudican no solo la construcción de una adecuada representación objetiva del mundo por parte de sus creyentes (por ejemplo en cuanto al cuidado de su salud, o respecto al ejercicio de sus labores profesionales), sino que atentan contra una mínima convivencia civilizada al dogmatizarlos tanto que desarrollan conductas de lucha e intolerancia frente a los escépticos o adeptos a otras creencias. La historia está llena de hechos bélicos y de prepotencia de unos seres humanos contra otros originados por variadas disensiones de fe religiosa.
Un punto central en temas de este tipo de fe es la generalizada creencia en milagros, sobre todo en aquellos que tienen que ver con salvaciones o curaciones sin aparente explicación al alcance del conocimiento científico actual, siendo atribuidas en su mayoría al “Poder de Dios” antes que a una afortunada casualidad natural. Incluso la profesión médica es interpretada como una “agencia” que, en última instancia, cumple designios divinos (Mansfield, Mitchell y King, 2002). La encuesta de Pawlikowski, Wiechetek, Sak y Jarosz (2015) señala hasta un 88 % de sujetos —en su mayor parte católicos— con opiniones en tal sentido.
¿Qué son los milagros y cómo se manifiestan?
De acuerdo con la revisión de Pawlikowski, et al. (2015):
La palabra “milagro” proviene del latín miraculum, que se deriva de mirari (maravillarse). Por lo tanto, la caracterización epistemológica más general de un milagro es un evento que causa asombro y es de alguna manera inusual o contrario a nuestras expectativas [...] en cierto sentido más allá (por encima, en contra de) la naturaleza (p. 1114).
En tal sentido, connotación milagrosa se le puede dar a cualquier acontecimiento producido por acto humano o divino que rompa con las leyes naturales. La narrativa sobre la ocurrencia de milagros es inmensa. Jehová dotaba a las trompetas de las tropas de Josué del poder de derribar murallas; Cristo multiplicaba los panes, caminaba sobre el agua y resucitaba muertos; Mahoma curaba a los enfermos, daba vista a los ciegos y proporcionaba comida y agua de la nada a sus fieles; Martín de Porres, además de eso, era capaz de estar en dos lugares al mismo tiempo. Solo desde la primera supuesta aparición de la “Virgen de Lourdes” en 1858, la Iglesia Católica ha reconocido un total de 70 milagros (los últimos cinco producidos en pleno s. XXI, siendo todos ellos ¡cómo no! consistentes en sanaciones de graves enfermedades) y más de 7.000 curaciones inexplicables, éstas certificadas nada menos que por el “exigente” gremio médico afín al catolicismo (Lozano, 2022).
Por extensión al parecer, la imaginación popular también suele dar la categoría de “milagro” a todo cambio más o menos radical en la manera de ser de las personas. Por ejemplo, en los últimos tiempos, la serie mexicana de televisión (con adaptaciones en otros países, entre ellos el Perú) titulada “La Rosa de Guadalupe”, se ha encargado de reflejar y difundir la creencia en que los ruegos de las personas “probas” ante una imagen de la “Virgen de Guadalupe” pueden producir bruscas modificaciones de ajenas actitudes humanas malvadas o perjudiciales, convirtiéndolas de pronto en conscientes y benéficas. En un plano aun más primario, a veces la simple formación de imágenes reconocibles a partir de manchas en una pared, o de coincidencias debidas a causas naturales ignoradas (ergo, “vírgenes que lloran” por derrama de cañerías malogradas en pisos superiores), ocasionan verdaderas histerias colectivas en la idea de que están anunciando algo infausto.
¿Por qué la gente cree en milagros?
El hecho de que se prefieran milagros referentes a la salvación o curación no es sorprendente, pues, como se ha dicho en otra parte (Schoenfeld, 1999; Montgomery, 2020), es muy posible que las personas tiendan a creer en cosas así por motivaciones relativas a la defensa frente a eventos potencialmente peligrosos que atentarían contra las gratificaciones que se podrían obtener en su vida cotidiana. Hay poderosas razones para ello: el desarrollo ontogenético y filogenético de nuestra especie resulta de procesos de variación y selección con base en paradigmas de condicionamiento respondiente y operante. El respondiente alude a respuestas emocionales, como por ejemplo aquellas que resultan de experiencias religiosas, y el operante a la obtención de consecuencias recompensantes, como las buscadas para conseguir salud, dinero y buena vida (Skinner, 2022).
Es de suponer que estas demandas emotivas e instrumentales sobrevivan mientras existan necesidades que las alimenten; independientemente del nivel económico y educativo de quienes profesen las creencias en mención, aunque parece indudable, de acuerdo con los datos citados por Mansfield, et al. (2002), que los más proclives a ellas son los individuos menos pudientes, los más enfermos y los menos educados; y que las características del entorno social influyen mucho en la gradación de la convicción personal con que abrazan sus ideas. No es necesario abundar sobre las diferencias de semejante gradación entre las sociedades islámicas y las occidentales, ni tampoco entre las sociedades primitivas y las modernas. Por ejemplo, en palabras de Karl Kautsky (1972): “El aumento en la credulidad iba acompañado de un aumento en el amor a los milagros” (p. 146), en el mundo antiguo.
Algo que acompaña fuertemente la creencia en sucesos milagrosos es la certidumbre de que proporcionan un significado vital insustituible por la visión objetiva de un mundo guiado a través de la razón. Y este significado vital se vincula, sobre todo en el caso del cristianismo, a la supuesta validez de la disposición de renuncia a los bienes materiales y fomento del “sacrificio por los demás” como valores que potencian la práctica de la solidaridad y el compromiso de mejora individual y comunal (Romero, 2020). Además, según ciertos datos no concluyentes pero hasta cierto punto significativos, las personas con fe religiosa gozan en general de tasas más altas de bienestar fisiológico y de longevidad (Kassim, Fein y Markus, 2014). En este contexto, los milagros no serían otra cosa que fenómenos reafirmantes de dichas actitudes.
¿Puede la ciencia del comportamiento dar cuenta de los milagros?
Como dice Staats (1979): “Existe una razón para el estudio científico sin las restricciones de presiones sociales de naturaleza religiosa [...] Existen muchos ejemplos en la historia donde esas presiones trabajaron para detener la ciencia” (p. 438). Por tanto, es relevante ocuparse —aunque en este caso de manera no exhaustiva— de desmitificar aspectos relativos a su dominio sanitario.
Gracias al análisis experimental del comportamiento se han esclarecido variados fenómenos que otrora se consideraban sucesos milagrosos en cierta medida. Por ejemplo el tema de los estigmas, manifestados como señales o heridas que aparecen en el cuerpo de personas con una fé religiosa exacerbada, a manera de imitación de las sufridas presuntamente por Jesús en la cabeza, manos, pies, costado derecho, y espaldas. Al respecto, el hallazgo de diferentes equipos de investigación en el siglo XX, sobre todo el de Neal Miller (ver la reseña de Moscoso, 1984) referente a la validez de los principios de aprendizaje operantes para el funcionamiento del sistema nervioso autonómico —piedra de base para la biorretroalimentación—, probaría que ciertas reacciones fisiológicas en los órganos internos pueden aprenderse involuntariamente y ocasionar cambios visibles externamente, entre ellos la respuesta galvánica de la piel, la sudoración, etcétera. Las tasas de ritmo cardíaco y los patrones respiratorios también pudieron ser condicionados en los experimentos de la misma forma, todo ello a partir de combinaciones de reforzamiento positivo (añadir una consecuencia gratificante) y negativo (retirar una consecuencia aversiva) contingentes, llegando incluso a dirigir flujos sanguíneos masivos a determinadas zonas del cuerpo (las orejas de las ratas), haciéndolas crecer y ponerse coloradas. En suma, los efectos de la biorretroalimentación hacen recordar igualmente cómo yoguis, fakires y lamas orientales consiguen reducir la sensación de dolor y modificar significativamente sus funciones orgánicas generales, justificando tales hazañas de autocontrol como eventos de índole milagrosa.
La psiconeuroendocrinoinmunología, derivada también del análisis experimental del comportamiento, devela cómo la interacción entre los sistemas nervioso, endocrino e inmunitario puede, de acuerdo con principios de aprendizaje, alterar las funciones psicológicas, neurológicas y orgánicas (y viceversa), de modo que potencie o reduzca la aparición, efecto y mantenimiento de enfermedades, por un lado, y del padecimiento de problemas anímicos y trastornos psicológicos por otro. La dinámica actúa en relación con la supresión o reducción de la respuesta del sistema inmunitario, debilitando o fortaleciendo las defensas del individuo frente a potenciales dolencias (Ayala, 2009). La acción y el alcance de estos mecanismos todavía no está totalmente esclarecida, pero es una prometedora fuente de posibles explicaciones sobre fluctuaciones y ocurrencias de salud tan atípicas que podrían calificarse de “milagrosas”, creyendo que contravienen leyes naturales. Ya se ha señalado en el parágrafo anterior la referencia de Kassim, et al. (2014) respecto a cierta correlación que existiría entre la salud y la fe religiosa.
El papel del llamado “condicionamiento encubierto” no es de desdeñar. En este proceso, también sujeto a los principios de aprendizaje operante, tanto las respuestas del individuo como las consecuencias que las regulan se presentan en el pensamiento y la imaginación del propio individuo (Cautela y Baron, 1983), haciendo más factible la posibilidad de que las personas “se autoconvenzan” de cosas fantasiosas que hacen más atractivo su mundo, y de autoprovocarse involuntariamente reacciones combinadas de tipo fisiológico y psicológico. La famosa “conversión” de Saulo de Tarso podría estar en consonancia con semejante proceso.
Comentarios finales
Sin duda puede afirmarse que la creencia en milagros a veces resulta beneficiosa en la práctica, en la medida que proporciona alivio para la ansiedad y el sufrimiento padecidos en situaciones de extremo apuro, pero en la mayoría de los casos no contribuye a una buena comprensión de la naturaleza ni a una adecuada valoración de los acontecimientos que ocurren. A menudo sustituye el uso de la razón por una esperanza ilusoria, fatalista o poco responsable que puede causar más daño que beneficio (como por ejemplo en decisiones aventuradas de profesionales sanitarios), derivando a veces en actitudes fanáticas e intolerantes para defender lo que se cree.
La mejor comprensión del funcionamiento de la naturaleza y sus leyes micro y macroespaciales debería conllevar a construir actitudes nuevas en los individuos. En tal sentido, la educación y la divulgación a todo nivel es importante, hasta configurar una forma de “alfabetización científica” que filtre las cosas en tempranas etapas del desarrollo, preparando a las personas para interactuar de manera más sensata con su entorno.
Paralelamente, es indispensable no olvidar que el pensamiento científico debe estar acompañado de ciertos valores y concepciones sobre las contingencias mundanas, si es que queremos que compita con las creencias basadas en la superstición que proporcionan sentido a la vida. Staddon (2013), refiriéndose a esto, dice que:
Los hechos y la lógica de la ciencia, sin la ayuda de los valores, no proporcionan ninguna base para la acción. Debe haber un motivo, alguna noción de lo bueno y lo malo, algún tipo de fe, que nos impulse a actuar (p. 237).
El tema de qué clase de valores serían los ideales en este escenario, ya es materia de otra reflexión. Probablemente el humanismo secular sería una buena opción (Kurtz, 2001), pero tendría que popularizarse como doctrina en una medida que no ha logrado hasta ahora para constituirse en paradigma de control moral y legal.
REFERENCIAS
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Cautela, J. R. & Baron, M. G. (1983). Condicionamiento encubierto: Análisis teórico. En D. Upper y J. R. Cautela (Eds.). Condicionamiento encubierto (pp. 25-37). Desclée de Brouwer. Orig. 1979.
Kassim, S., Fein, S. & Markus,H. R. (2014). Social Psychology. Wasworth Cengage Learning.
Kautsky, K. (1972). Orígenes y fundamentos del cristianismo. Quimantú. Orig.: 1908.
Kurtz, P. (2001). El fruto prohibido: La ética del humanismo. Ediciones de Filosofía Aplicada. Orig: 1988.
Lozano, J. (11 de febrero 2022). Los cinco últimos milagros reconocidos por la Iglesia en Lourdes, un lugar de formidables curaciones. Religión en libertad. https://www.religionenlibertad.com/personajes/544896146/virgen-lourdes-milagros-curaciones.html
Mansfield, Ch. J., Mitchell, J. & King, D. E. (2002). The doctor as God’s mechanic? Beliefs in the southeastern United States. Social Science and Medicine, 54, 399–409. https://doi.org/10.1016/S0277-9536(01)00038-7
Montgomery, W. (2020). Un breve análisis del comportamiento religioso. Eupraxofía (Sabiduría para Una Buena Vida), 7. https://eupraxofia.blogspot.com/2020/03/un-breve-analisis-conceptual-del.html?m=1
Moscoso, M. S. (1984). El condicionamiento operante en bíorretroalímentación. Revista Latinoamericana de Psicología, 16(1), 1984, 61-76. https://www.redalyc.org/pdf/805/80516106.pdf
Pawlikowski, J., Wiechetek, W., Sak, J. & Jarosz, M. (2015). Beliefs in Miraculous Healings, Religiosity and Meaning in Life. Religions, 6, 1113–1124. https://doi.org/10.3390/rel6031113
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