COSMOLOGÍA: ¿CIENCIA O IDEOLOGÍA?:

Enrique B. Pfeiffer Tubino, empresario, ingeniero civil y máster en ingeniería sismo-resistente.


Hemos comenzado el Siglo XXI y casi todos los “científicos” que se dedican a la Cosmología o ciencia que estudia el origen y evolución del cosmos, a los cuales llamaremos cosmólogos, están de acuerdo que el universo “se creó” hace 10,000 a 20,000 millones de años a partir de una inmensa explosión, a la cual han denominado el Big Bang. El inmenso universo en que vivimos, según la cosmología oficial, comenzó en un único instante a partir de un punto o singularidad infinitamente densa y caliente más pequeña que un átomo, la cual en un tres mil millonésimo de segundo se expandió en varios miles de millones de veces su tamaño, creando todo el espacio, materia y energía que actualmente forman las galaxias, estrellas, planetas y espacio sideral.
Según la Teoría del Big Bang, nuestro actual universo, “las cenizas de aquella gran explosión que lo originó”, es muy extraño. La gran parte de la materia que lo conforma está constituida por “dark matter” (materia oscura), esto es, materia no visible ni identificada, la que se supone está constituida por partículas exóticas que nunca podrán ser observadas. También se postula la existencia de “agujeros negros”, entidades monstruosas que por su inmenso campo gravitacional se devoran toda la materia que está a su alcance, incluyendo la luz a la cual no permiten salir, por lo cual no se les puede ver. El futuro de nuestro universo, nos dicen los cosmólogos, no es nada halagüeño, pues se debate entre un final de colapso en un gigantesco agujero negro universal (Big Crunch), o una expansión ilimitada con la consecuente muerte térmica del cosmos, el cual se convertiría en una intrascendente noche eterna.
Esta visión extraña y pesimista de nuestro universo, construida en los últimos treinta años por cientos de teóricos y explicada en docenas de libros y artículos científicos, ha calado profundamente en la conciencia popular. Muchos autores se cuestionan el sentido de la vida humana en un universo destinado a desaparecer o decaer, evidentemente hostil y ajeno a los propósitos del hombre.
Sin embargo, mas allá de su popularidad, lo más llamativo de la Teoría del Big Bang es que aún se considere oficialmente válida, a pesar de ser una teoría deducida matemáticamente, con muchas hipótesis ad-hoc, y que en los últimos años ha visto varias de sus suposiciones y predicciones desvirtuadas por la observación. Esta situación sorprende aun más por existir una teoría cosmológica alternativa, la Cosmología del Plasma. Esta última teoría asume que podemos aprender sobre la formación y evolución de nuestro universo, observando los procesos físicos que actualmente ocurren en la naturaleza. Como actualmente sabemos que “nada se crea de la nada” por el principio científico de la conservación de la energía, es una hipótesis razonable asumir que este principio siempre ha sido válido, lo que permite concluir de alguna manera, que el universo siempre ha existido.
El fenómeno que el Big Bang pretende explicar con un misterioso cataclismo en el origen del tiempo, la teoría del plasma lo atribuye a procesos eléctricos y magnéticos que ocurren aún en nuestros días. Estos procesos son del mismo tipo, mas no por supuesto magnitud, que los que se pueden observar hoy día en nuestros laboratorios, y que son usados en tecnología mundana como ser iluminación de neón y hornos de micro-ondas. En lugar de partir de un comienzo teórico en el tiempo y deducir matemáticamente nuestro universo presente, la cosmología del plasma parte del universo y fenomenología física actual. Sobre la base de estas premisas concluye en un universo sin Big Bang, sin ningún comienzo necesario, que siempre pudo haber existido y que se encuentra permanentemente en evolución, sin ningún tipo de limitación.
Inclusive, las únicas tres aparentes evidencias observacionales que se supone confirman la última versión del Big Bang (se han desarrollado por lo menos cuatro versiones para encajar con las observaciones, a la manera de los epiciclos de la teoría tolemaica), tienen su explicación alternativa en la teoría del universo plásmico. Mas allá de estas supuestas evidencias experimentales a favor del Big Bang (la abundancia de helio en el universo, la radiación de fondo de micro-ondas y la expansión de Hubble), esta teoría se apoya solamente en dos supuestos o hipótesis que constituyen su punto de partida: el universo comenzó a existir en un momento específico y fue creado de la nada. Además supone que se puede describir la creación y el universo en su totalidad desarrollando teorías matemáticas exactas, esto es, solo con nuestra razón mediante deducción lógica. Podemos, como Stephen Hawking y otros cosmólogos argumentan, determinar como el universo se formó, por mera necesidad lógica partiendo de las leyes matemáticas que lo gobiernan, constituyéndose estas leyes en la realidad detrás de los fenómenos del universo visible.
Ante este panorama surge la obligada pregunta de cómo no se ha producido una confrontación abierta entre la teoría del Big Bang y la del universo plásmico. Mas aún, se tiene asimismo el interrogante del porqué la teoría del plasma no se difunde en las publicaciones científicas o revistas de divulgación (salvo excepciones), aún cuando esta teoría cumple con los requisitos del método científico por estar basada en la observación, en contraste con la teoría del Big Bang, que tiene más connotaciones de mito que de ciencia.
A fin de esbozar una primera posible respuesta recurrimos a Thomas S. Kuhn y su conceptualización de paradigma y ciencia normal. Para explicar porqué la cosmología del plasma ha atraído tan poca atención entre los astrónomos, encaja muy bien el argumento kuhniano de comunidad científica (“profesionales de una especialidad científica que comparten un paradigma”), para lo cual debemos tener en cuenta que esta teoría cosmológica ha sido formulada por físicos del plasma, que asisten a conferencias diferentes y escriben en publicaciones diferentes a las de los astrónomos. También podemos apelar a otros argumentos presentados por Kuhn en su libro “La Estructura de las Revoluciones Científicas” cuando establece las características de lo que él denomina ciencia normal, a saber:

· Existencia de un paradigma dominante
· Un carácter dogmático
· Una racionalidad interna desplegada solo por los que comparten el paradigma
· Inconmensurabilidad entre paradigmas
· Progreso interno del supuesto conocimiento científico dentro de cada paradigma

Asimismo podemos darle crédito a Kuhn cuando afirma que de los paradigmas que sustentan la ciencia normal se derivan reglas que guían la investigación científica. Actualmente podemos comprobar las cantidades inmensas de dinero que se destinan en el mundo a experimentos (detección de neutrinos masivos, detección del decaimiento del neutrón) y a la fabricación sondas espaciales y aceleradores de partículas (sonda COBE, sonda MAP, acelerador LHC) con la finalidad de comprobar predicciones de la Teoría del Big Bang y de su aliada, la Teoría del Modelo Estándar de Partículas Atómicas.
Hasta aquí muy bien encaja Kuhn para explicar el rechazo que muestra la comunidad científica de astrónomos y cosmólogos respecto a la teoría del universo plásmico. Podemos citar por ejemplo al astrónomo Joseph Silk que nos dice: “es imposible que la teoría del Big Bang esté errada”. George Field de la Universidad de Harvard afirma: “existen indicios de que el Big Bang puede estar errado, es una cuestión de gustos de cuando se debe abandonar el barco, yo por mi parte soy conservador y me quedo en él por el momento”. Finalmente citemos a P.J.E. Peebles, pionero de la teoría del Big Bang que declara: “las ideas contenidas en la teoría del universo plásmico simplemente son tontas”, y a su colega de la Universidad de Princenton Jeremías Ostriker que asegura: “no hay evidencias observacionales, que yo conozca, que indiquen que fuerzas eléctricas y magnéticas sean importantes a escala cosmológica ”. Obviamente el Señor Ostriker no conoce las referidas evidencias experimentales, que ya han sido comprobadas por los defensores de la teoría plásmica, pues en las publicaciones que él lee no las publican, por cuanto los editores de revistas y journals de astronomía y cosmología que se encargan de aceptar o rechazar artículos, pertenecen a la ya mencionada “comunidad científica”.
Si nos entusiasmamos con las explicaciones que nos da Kuhn y confrontamos el tema de las anomalías, nos encontramos con que según este autor, una vez establecido un paradigma, la investigación procede en una forma similar a la solución de un “rompecabezas” y los fundamentos del paradigma no son objeto de duda, hasta que aparecen las anomalías. En el caso específico de la Teoría del Big Bang, cuya primera versión fue elaborada en 1931 por el belga Georges-Henri Lamaitre, doctorado en física en 1920 y ordenado sacerdote en 1923, las anomalías observadas dieron lugar a sucesivas nuevas versiones del Big Bang con hipótesis ad-hoc para salvar el paradigma, lo cual aparentemente no contradice a Kuhn.
Sin embargo, al cabo de setenta años de establecido el paradigma del Big Bang, y a pesar de innumerables anomalías observadas, éste sigue manteniéndose en plena vigencia, sin que se produzca la crisis del paradigma postulada por Kuhn. La pregunta que se plantea ahora es, el porque en otros casos en la historia de la ciencia las anomalías reiteradas han quebrado paradigmas (caso de la teoría del flogisto, de la dinámica aristotélica, de la óptica corpuscular o la óptica ondulatoria), pero en el caso del paradigma cosmológico, éste se mantiene aparentemente incólume.
La posible respuesta a ésta nueva pregunta que estamos planteando en la ponencia nos la da el físico sueco Hannes Alfvén, laureado con un premio Nóbel por sus trabajos en la física del plasma y creador de la teoría cosmológica del universo plásmico, la cual empezó a esbozar desde 1936. Alfvén plantea la tesis del “péndulo cosmológico”, que postula que la visión que tiene la humanidad del universo o cosmología oscila a lo largo de la historia entre dos extremos, uno mitológico y otro científico. El debate entre la cosmología del BB y la del Plasma, mas allá del enfoque paradigmático ya analizado, se puede ubicar como una pugna para hacer girar el péndulo cosmológico planteado por Alfvén de un extremo al otro.
Para Alfvén, la cosmología oficial de hoy en día, está basada en la misma visión mitológica que tenían los astrónomos del medioevo, y no en la tradición científica de Kepler y Galileo. El debate que se plantea dentro de esta aproximación pendular involucra más que dos visiones del universo y sus orígenes, realmente es una batalla entre dos maneras de aprender sobre el cosmos. Una de ellas, utilizando el método de aprendizaje basado en la observación, usado por la mayoría de los científicos de hoy en día y por los que están proponiendo las nuevas ideas en cosmología. La otra manera, utilizada por la comunidad científica de cosmólogos y teóricos de la física de partículas, es el método deductivo, que pretende deducir matemáticamente como debe ser el universo.
Al respecto, es importante anotar que la oscilación del referido péndulo no se produce en las etéreas alturas de las puras ideas. Desde la antigüedad, la forma en que las personas miraron el universo ha estado en relación con la forma como veían su orden social y las necesidades de su época.. El ser humano en el transcurso de la historia a proyectado sus ideas sociales hacia su concepción del universo, y a usado su visión cosmológica como una manera de justificar sus prácticas en la tierra.
Para concluir la ponencia, no olvidemos que la batalla entre las dos visiones del cosmos, la mitológica y la científica, a lo largo de la historia de la humanidad, está íntimamente ligada con las preguntas más cruciales relacionadas con la sociedad y el hombre. Preguntas tales como: “¿es el progreso y el mejoramiento continuo del ser humano posible?”, o “¿es natural que siempre haya clases sociales con su consecuencia de dominados y dominantes?”, han encontrado respuesta en la cosmología reinante en la época. En la edad media por ejemplo, la jerarquía existente en las esferas celestes del cosmos tolemaico se usó para justificar la jerarquía terrena de reyes, nobles, sacerdotes y siervos. Por otro lado, en el Siglo XVII, los luchadores por la democracia usaron el sistema Copernicano como un modelo de sus ideales de igualdad bajo una ley universal.
Concluimos recalcando que para entender el debate cosmológico de nuestros días, debemos hacer un seguimiento que considere los orígenes históricos de cada postura dentro del contexto social de cada época involucrada, lo cual nos permitirá responder a la pregunta que sirve de título a la ponencia.

Lima, Enero del 2001


Bibliografía
Lerner, Eric J.: The Big Bang Never Happened. New York: Random House, 1991.
Kuhn, Thomas S.: La Estructura de las Revoluciones Científicas. México: Fondo de Cultura Económica, 1971.
Thomas S. Kuhn, La Tensión Esencial. Fondo de Cultura Económica, México,1982.



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